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Guillermo Lambert |
TESTIMONIOS: El Viaje
Aquí, el relato que nos dejaron algunos testigos que, desde a bordo o
desde tierra, presenciaron el hundimiento del “Magallanes” casi sin
estrenarse como Transporte Nacional. El padre salesiano José Maria
Beauvoir, uno de los pasajeros, iba en viaje a Santa Cruz donde
estaba la iglesia a su cargo. El doctor Polidoro Segers que había
sido médico del Hospital de Niños de Buenos Aires, viajaba junto a su
familia para establecerse en Ushuaia. Descansé y me repuse un poco durante nueve días, al cabo de los cuales nos pusimos de nuevo en viaje con los peores presentimientos. Estaba tan poco seguro de llegar a Santa Cruz que entregue a los hermanos de Patagones algunas limosnas que me habían dado para decir Misas.” En ese puerto se
desembarcaron pasajeros y la carga consignada, como asimismo la artillería
del buque, por orden del Jefe de la Escuadrilla de aquel punto, Capitán
de Fragata Martín Rivadavia9.
Se embarcaron con destino a Punta Arenas, 28 mulas y 300 carneros en
pie, los que fueron alojados en el piso del sollado de la bodega de
proa. Aparejado el buque para
continuar con destino a los demás puertos del sud, el 21 de junio muy
temprano dejó el Carmen , salvando la barra el 22 a primera hora. Padre
Beauvoir:
“No bien abandonamos el río, las olas comenzaron a agitarse,
especialmente delante del
Golfo de San Matías. Sufrimos mucho hasta que entramos al Golfo Nuevo y
arribamos a Puerto Roca. Desembarcamos
pasajeros y víveres destinados a la Subprefectura y colonia del
Chubut. Al amanecer del día 24 salimos de puerto y navegamos todo el 25
y parte del 26 por el peligroso Golfo San Jorge.” Al
picar la costa próxima al Golfo de San Jorge, el buque fue muy
combatido por un temporal que de pronto sobrevino e hizo trabajar mucho
al Magallanes, perdiéndose dos gallineros con aves, cuarenta carneros y
muchas otras cosas que estaban en cubierta se fueron al mar.
Al través de Cabo Blanco navegaron a vista de costa, dentro de
lo que era posible. La visibilidad escaseaba Cuando el viento del este
arrojó lejos a la niebla,
comenzó a nevar. No era un
nevazón de esas que en poco lo dejan todo blanco, era un nevar
intermitente. Convenía mantenerse cerca
para no pasarse de largo. Cuando la vecindad era cierta para el
Comandante, este ordenó que se alistaran los botes, mientras se
levantaba presión en la caldera de la lancha. No bien se echaran
anclas, comenzarían las operaciones de desembarco y descarga. El viento había cedido
casi por completo. La temperatura era extremadamente baja. A ratos
nevaba. Era la una y media de la tarde y el Magallanes estaba en la
desembocadura del Deseado |