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Guillermo Lambert |
TESTIMONIOS: La Supervivencia
Padre Beauvoir:
“Llegamos pues a la colonia del Deseado. Estaba provista de abundante
galleta, arroz y otros víveres secos. Parte
de los viajeros fueron albergados en casa del Comisario de la Colonia14,
situada en la costa norte, y parte en la Subprefectura, en la margen sur Las
casas eran de madera. Las primeras cuatro o cinco noches no nos fue
posible descansar. Dormíamos en el suelo sin siquiera una manta. Sin
embargo no era poco hallarnos abrigados bajo techo. La
comida no faltaba y durante el día nos entreteníamos en cazar y pescar
moluscos que comíamos con mucho apetito. Muchas
veces me iba a la orilla del mar y pasaba horas observando si se veía
algún buque.”
El diario La Prensa
en su edición
del 28 de Julio/887, publico una carta que describe las vivencias
de los náufragos. El articulo dice asi: “Una respetable Señora15que
acompañada de toda su familia iba a bordo del Magallanes con destino a
Tierra del Fuego, ha escrito a una persona de su confianza. “Puerto
Deseado, 4 de junio e 1887. Mi estimada amiga: La noticia que recibes en
este momento no es nada agradable seguramente, pero tengo que anunciártela
tarde o temprano. Ya
sabes que nos embarcamos en Buenos Aires a bordo del vapor Magallanes.
El tiempo era malo y con él llegamos a Patagones. Salimos de este punto
continuando siempre el mal tiempo y por fin en un día lindísimo y
cuando menos lo esperábamos, faltando solo diez minutos para llegar a
la costa del Puerto Deseado, donde pensábamos anclar, sentimos un
tremendo sacudimiento; el Magallanes se había estrellado contra una
roca abriéndolo totalmente. En menos de una hora se fue a pique hundiéndose
completamente y dejando ver tan solo el palo mayor16 como una vara fuera del agua. Desgraciadamente hemos
perdido toda nuestra fortuna, muebles, alhajas, ropas, etc, etc. La
gran Providencia quiso que nos salváramos en un barquito de los que
llevaba el vapor, en el que inmediatamente el comandante del Magallanes
hizo colocar a las señoras
y niños haciendo un total de 16 personas quedando aun el resto
de los viajeros que eran por todos 171.
Cuando nosotros nos embarcamos en el bote, el agua había ya
llegado y cubierto todos los camarotes y salones. Se han ahogado 3
personas (en realidad fueron solo 2), que en los últimos momentos
pretendieron salvar algo que era completamente imposible. La
mayor parte de las señoras tuvimos que salir envueltas en frazadas,
porque a consecuencia del mareo estábamos recostadas en esos momentos.
Yo nada he sentido porque desmayada me sacaron del buque y así me
arrojaron al pequeño bote. El
naufragio tuvo lugar a las tres de la tarde, y como te digo, gracias a
Dios nos hemos salvado pero casi desnudos. Cuando
llegamos a la costa, el agua la teníamos en las rodillas, el bote por
desgracia estaba roto y por fin después de mil peligros, los marineros
nos alzaron colocándonos en el pedazo de tierra tan elevado que solo se
veían montes de nieve. Desde
allí caminamos unas diez cuadras entre la nieve muertos de frío y
hambre, encontrándonos con un ranchito de madera casi sin techo;
tuvimos la felicidad de que
nos dieran un mate y un par de medias. había una temperatura de
7 grados bajo cero. Escribir
lo que nosotros hemos sufrido es tremendo. Ver a nuestros ojos perderse
el buque, separarnos de
el
con nuestros hijos en los brazos, sin saber si los demás
miembros de la familia llegarían a salvo o no, era terrible. No
puedo escribir más, por que en este momento se ponen en marcha para
Patagones unos pobres hombres a bordo de un barquito y que sólo por
humanidad y con riesgo de sus vidas hacen la travesía para conducir las
noticias. Ahora figurate como estaremos, privados de comer y de vestir,
muertos de frío, sin recursos de ningún genero, así es que te pido
hagas lo posible para mandarnos algo por que estamos peor que los
indios; ni hay hilo ni tijeras para poder fabricar alguna cosa. Ten
presente que todo es bueno para náufragos, pero especialmente lo que
sea de abrigo, como ropa, frazadas, etc., etc. Tu amiga.” Rosa
Viricat:
“Los pasajeros se hallaban desesperados. Sin abrigo, sin alimentos.
Sus efectos personales han desaparecido con el Magallanes. Vienen a
nuestra casa pidiendo por favor la venta de algún corderito. Colocan a
mi padre en un aprieto y frente a la disyuntiva de acceder a negarse. Si
accede se queda sin las crías de ese año, que son escasas, si se niega
parece como no queriendo ayudar a quienes se hallan en desgracia. Opta
por venderles cuatro o cinco corderos, pero después se ve precisado a
hacer oídos sordos a las peticiones.” Beatriz
Viricat:
“Entre el Sub-Prefecto y el señor
Labrador17, trataron por todos los medios a su alcance de
ayudar a los náufragos con ropa y alimentos, que eran bastante escasos
en esos momentos, pues como el Magallanes traía provisiones para
seis meses ya se pueden figurar como estarian de bien provistas las
despensas de la delegación. Al
día siguiente del naufragio se dividieron los pasajeros y los empleados
nacionales; a unos los mandaron al lado norte del río 18
y otros quedaron en la Sub-Prefectura. Entre otros muchos
permanecieron en la Sub-Prefectura los dos Gobernadores, el Comandante y
el Segundo del Magallanes. Cuando
al otro día habíamos terminado de almorzar, llegaron a nuestra casa
seis o siete náufragos. Uno era el Comandante del vapor el señor
Méndez, el Segundo Gregorio Aguerriberry, el Padre Beauvoir, el
señor Gobernador de Tierra del Fuego, el Subprefecto Virasoro y Calvo y
el Pagador de las reparticiones Nacionales de la Costa Sur señor Tomas
Reyes. Convinieron con mi padre que mientras estuvieran en Deseado vendrían
a comer a nuestra casa, por que en la Subprefectura se estaban acabando
los víveres. Cada
vez que mi padre les hacia pan y les asaba cordero, lo abrazaban como si
fuera el padre de todos ellos y como mientras almorzaban él les contaba
alguna de esas historias que solamente a
él se les ocurrían, no se oía otra cosa que continuas y alegres
exclamaciones lanzadas por todos. Sólo
había uno que no tomaba parte
de esos momentos, éste se quedaba en el comedor acompañado de mi
madre, triste y con los ojos humedecidos, lagrimas muy amargas debían
ser las que derramaba aquel hombre, que era el Capitán del Magallanes,
Méndez, entonces el Padre Beauvoir trataba de consolarlo, aunque todo
era en vano. De
todos los nombrados el más alegre era Aguerriberry y como mi hermana
Pepa, después del almuerzo, hacia tortas fritas para la hora del té,
Aguerriberry, que ya había tomado mucha confianza en casa, tanto que
parecía de la familia, con un palito pinchaba una torta y salía
corriendo. Lo otros viendo eso practicaban el mismo deporte y había días
que cuando terminábamos de freír ya no quedaba ni una torta para el té.” Raúl
Entraigas:
en el “Primer Médico de Ushuaia” nos cuenta: “El Subprefecto cedió
su lecho a la señora de Segers, que dividió sus penurias con la esposa
de éste.
El Padre Beauvoir hizo cama redonda con el Teniente Villarino y
el Comisario Segovia. Y así 34 días de los mas duros del invierno
patagónico.”
El Deseado de aquella época no tenía médico, circunstancia que
ya había padecido Juancito Jenkins que a los
dos
años de edad, había muerto a poco de llegar con sus padres y el
resto de los colonos de 1884. La fortuna quiso que en esta oportunidad
se encontrara en el lugar el Doctor Segers quien salvó la vida del
niño Enrique Noya, afectado por una grave pulmonía. Enrique,
primer niño blanco nacido en Deseado, había sido bautizado días antes
por el Padre Beauvoir
en la primera de estas ceremonias que se realizaba en el lugar.. |