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Faro de Punta Lasserre

también llamado Faro del Fin del Mundo

Relato del contramaestre Frigerio, encargado del viejo faro de Punta Lasserre, San Juan de Salvamento, Isla de los Estados, (c.1885).
Del libro (F38) "La Novela del Mar del c.almte. Mariano F. Beascoechea, pág. 81-82

   "Al año, más o menos, de construirse el faro, pasé aquí uno de los momentos más angustiosos de mi vida. Era al final de un mes de octubre. Desde hacía días se notaba por toda esta región anuncios de un desequilibrio atmosférico. El viento soplaba a intervalos, tan pronto del norte como del rumbo opuesto; el  barómetro bajaba lentamente, se estacionaba, subía y volvía a descender. El cielo se cubría de nubes, de nimbos bajos, que permanecían quietos. Se sentía calor y exceso de presión y, cosa rara en estos parajes, se veían entre las nubes más distantes relámpagos continuados.

   >En estas inquietudes estábamos cuando se declaró la tempestad. Serían las dos de la tarde; todo estaba en un aparente reposo. De golpe se sintió bramar el huracán, el mar se convulsionó, como si un maremoto hubiera conmovido sus profundidades. Aquello fué algo indescriptible; semáforo y mástiles cayeron tronchados; voló el techo de la torre y nuestras viviendas fueron arrasadas. Los golpes de mar montaban más y más, amenazando llegar hasta la farola, pero no creíamos que tal amenaza pudiera realizarse, cuando de pronto una sucesión de olas alcanzó el parapeto, destruyó el hormigón del semáforo, y otras olas, que siguieron sin intervalo, removieron las piedras del borde arrojándolas contra los vidrios de la linterna. Una ola deformó dos planchas de la torre y penetró en ella haciendo bambolear la armadura central y volteando lámparas y reflectores.

   >Agreguen a este cuadro la violencia del viento y la obscuridad. Creímos que aquello era el final del mundo y que todo quedaría barrido por el mar. No hay recuerdo de que por estas regiones haya acontecido nada ni siquiera semejante. Pero la excesiva violencia se apaciguó en un par de horas. Clareó el horizonte y una lluvia torrencial de media hora calmó la violencia del oleaje.

   >Así que tuvimos luz nos pusimos a reparar los desperfectos. Ayudados por el personal de la subprefectura y recurriendo a todo material de repuesto, pudimos, después de seis horas de ímproba tarea, normalizar el funcionamiento de la linterna. Serían las once de la noche cuando se iluminó la farola y ¿qué vimos?... ¡Nos quedamos como petrificados! ¡La silueta de un buque, que parecía enorme entre las sobras, navegando a todo trapo con pro al cabo San Juan y a menos de ocho millas de distancia!... y avanzaba, avanzaba, a pesar de la luz ... pero al darse cuenta del peligro, cambió repentinamente su rumbo. ¡Venía buscando el faro y al no verlo seguía confiado su derrota ...!"