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Gravimétrica 29 - Y.P.F.

Puerto San Julián 1960

Relato testimonial - 5ª Parte

Creo que no eran muchos los problemas que creabamos en la estancia. Uno: la rotura de alambres. Al no transitar por caminos nos encontrábamos con alambrados que nos cerraban el paso, sin tranqueras a la vista. Y no siempre por el mismo lugar para pasarlos. Dos del equipo se bajaban, volteaban el alambrado lo más lejos posible de los postes y se pasaba por encima, a veces algún alambre se cortaba. Otra: depredábamos, al menos yo y algún otro, especialmente avestruces y zorros. En aquellos años los conceptos ecológicos, la conservación de la fauna, etc.,no se habían difundido.

Luis, el chofer, era un experto en el aprovechamiento de la caza, con unos pocos cortes y de una sacudida le sacaba el cuero a un zorro como si fuera la camiseta. De las avestruces sacaba el buche para hacer tabaqueras y después que se "plumeaban", las picanas para comer, también integraban la lista los piches, los que se asaban, previa limpieza, con el caparazón. Todos, menos yo, disfrutaban de estos platos extra.

Cuando Luis les sacaba el buche y lo limpiaba se encontraban cantos rodados que el avestruz ingiere para facilitar la digestión. Los fuertes jugos gástricos les dan un color verde muy bonito, no he comprobado si con el tiempo lo pierden, pero se me ocurrió asociarlo con algo leído sobre los tehuelches, la magia que atribuían a las piedras verdes. Luis también me enseñó a "plumear", como desplumar el avestruz y hacer práctico el manejo de esas plumas, algo que supongo se inició cuando los tehuelches comenzaron a comerciar con los blancos. Se iban arrancando las plumas más chicas (cuello, pecho) con una mano disponiéndolas en la otra como un pequeño plumero, varios de esos plumeros de distinto tamaño de plumas luego se integran en uno solo, siempre dejando las más chicas al centro y las más grandes, las de los alones (algunas blancas) al final rodeando el atado, rompiendo la articulación de la pata se extraía un tendón para atar, que al secarse quedaba como se se hubiera utilizado un alambre.

Como se vendían por peso, los mañosos (no indios) les agregaban barro y clavos en el centro para aumentar el peso, cosa que el bolichero compensaba en la balanza previéndolo. El producido era trocado por vicios (vino, yerba, azúcar, etc.). Pequeña corrupción como a la que era sometido algún capón o cordero "invitándolo" a una vuelta en jeep, siempre que se mantuviera en silencio hasta la hora de ser crucificado, en casa de alguno de ellos. Con los guanacos no nos metíamos, de vez en cuando si se avistaba una tropilla, un tiro elevado, los alertaba, como no veían de donde venía el peligro, todos comenzaban una especie de danza de amagues en distintas direcciones.

No todo era maldad, a veces alguna oveja asustada por el paso del jeep, comenzaba a dar saltos en distintas direcciones, un poco como comenté de los guanacos, entonces Luis la perseguía, con ayuda de los otros la atrapaba y le cortaba la lana alrededor de los ojos. Hacía esos movimientos porque no veía. Se evitaba así que fuera futuro alimento para zorros.

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